La comunicación no sólo requiere
la verbalización del lenguaje, sino también su recepción inteligible por un
oyente.
Cuando surge un problema
como el de la deficiencia auditiva éste impide la expresión y la recepción del lenguaje.
Es un trastorno que obstaculiza el intercambio comunicativo y tiende a aislar
al individuo de sus congéneres. Lo mismo ocurriría entre conferencistas
estadounidenses, japoneses, y árabes, por ejemplo. Tienen establecida una
barrera lingüística y no pueden expresar sus pensamientos y emociones por no
tener un idioma común.
Gracias al oído recibimos
mucha información.
Sin embargo, en una
conversación ¿quién no utiliza la vista? Con ella podemos observar el movimiento de los labios, los
gestos y las expresiones faciales del interlocutor.
El deficiente auditivo puede
compensar su pérdida de adición haciendo uso de la vista. La lectura labio
facial se apoya en una observación profunda y en una síntesis inteligente. Es también
la habilidad que permite a una persona entender el lenguaje por medio de la
observación atenta del que habla.
El lenguaje expresivo es una
rápida sucesión de emisiones compuestas de sonidos con significado y cada sonido
tiene un determinado grado de visibilidad. Estos sonidos son las vocales y consonantes.
Basándonos en esto, el lector de labios entrenado, debe reconocer hasta las
vocales y consonantes que no son visibles. Los sonidos se producen al cambiar
la forma de la cavidad bucal y la poción de la lengua, labios, dientes, y más.
Estos movimientos visibles son los que deben observar o interpretar.
La valoración clínica
realizada por el audiólogo es el primer paso en cualquier programa de rehabilitación
auditiva, pero la valoración audiológica no sólo consiste en medir la
naturaleza y el grado de trastorno de niño, sino algo más importante, considerar
la función comunicativa total del pequeño. (Fuente. Guía para padres de niños sordos. Suriá, María D.)